miércoles, 20 de febrero de 2013

Niña.

Y ahí estaba la niña. Frágil ante el mundo, columpiándose, con una estrella a su lado que la iluminaba. Su rostro reflejaba la luna que se escondía. Las gotas de lluvia caían sobre su pelo, ya harto de soportar tanto viento en contra que lo arremolinaba, y lo enredaba, y hacía que la niña llore porque el viento siempre iba en su contra, y ella era sólo una niña, columpiándose, con una estrella a su lado que la iluminaba. Pero ¿quién puede quejarse de la tormenta que renueva la tierra?. No te preocupes, niña, que luego las flores crecen y tu jardín se llena de aromas nuevos y placenteros. No llores, niña, que las lágrimas se mezclan con la lluvia que cae contra tu mejilla, y la lluvia es buena.

viernes, 8 de febrero de 2013

Escondite

Aquí, en este lugar, escondite, puedo simular una vez más.
Aquí, adonde no vas a llegar con tus hojos que alumbran a tantos ojos, estúpidos ojos, inútiles, si no son hojos, aquí, me puedo confesar una vez más.
Aquí, puedo escribir lo que tantas veces te escribí, lo que tantas veces leíste, lo que ya carece de magia, porque se convirtió en un hecho, en una confirmación, y ya, quizá, no sea lo mismo, cada vez que te escribo, como si fuera la primera vez, pero no, para vos ya todo debe ser lo mismo.
Y como sé que no vas a llegar a este lugar, te digo una vez más, que te quiero, te quiero hasta que me duele, con todo lo que soy.
Y como sé que no vas a llegar a este lugar, te escribo, quizá, con la esperanza de que llegues.
Pero como sé que no vas a llegar, te cuento, que sos oro para mí, pero no, sos mucho, mucho más que éso.
Si es que llegaste acá, y llegaste hasta esta parte de la lectura, te pido por favor que no sigas, porque debo decirte que cada día pienso en vos, pero no en tu persona entera. Puedo estar horas imaginando, como si fueran fotografías o partes de películas, un rizo de tu pelo. Puedo recrear tus manos y sus expresiones. Puedo entrar en tus pupilas. Puedo sentir tu sonrisa. Puedo ahogarme en tu aroma.
Ése, es mi pequeño edén.

Wild is the wind

y lo sabés, y qué más da, tantas veces que quise ser el viento, tantas, tantas veces, que quise abrazarte, tocar tu pelo, sólo éso, porque sólo éso me basta, para ser libre, para ser viento, para serlo todo, por eso, no te pido amor, no te pido dolor, no te pido, sólo te lo doy, todo.
Acá, sobre esta hoja, dibujando estas palabras que salen de algún lugar entre la luna y las nubes, soy yo, una vez más.
Desde acá, y con los hojos cerrados, o sobre las estrellas, puedo recordar súbitamente ese aire que se densifica y se cae como aquella taza de café. Quizá sea más de lo mismo, una presencia apaciguante que trae de repente a la mente recuerdos y sensaciones que tienen la belleza en esa simpleza, esa magia de romper con la rutina, ya sabés, con la taza de café, aire, café.
Aire, que se densifica, porque repentinamente se convierte en vida, versos, imágenes intactas guardadas en recuerdos, y se caen, y puedo volver a ver tus hojos, que me miran ajenos a todo ese palabrerío, esa creación que surge como lava de volcán, necesidad de libertad, de sentir una vez más. Y yo me río, porque eso es todo. Porque tengo dos cuadernos y varias hojas sueltas con palabras y dibujos y renglones vacíos que dicen tanto como el silencio de la mirada que nos hace reconocer al tiempo y sus caprichos.
Y luego está la taza, que se cae al mismo tiempo que mi silencio y observación constante ocultan lo que no hace falta ocultar, el aire que se densifica una vez más entre nos.
Y ¿para qué hablar?
¿para qué?
romper el hechizo
¿para qué demostrarle?
una vez más
si ella sabe
que cuando le digo hola
le digo que la quiero
si sabe
que cuando la miro a los hojos
millones de poemas se dibujan
en mis labios
que llaman a sus labios
sabiendo
que están perdiendo el tiempo
pero aún así
qué lindo es llamarlos