domingo, 1 de diciembre de 2013

Cenizas encendidas

Pero el fuego en la chimenea ya se estaba extinguiendo. Algunas chispas se reflejaron en mis ojos cansados y tristes. Lo supe cuando sentí tus pasos detrás de mi espalda, como queriendo acercarte y reposar tus finas manos sobre mis hombros. Pero ya tus manos están cansadas, y mis hombros desgarrados, y ya casi no hay luz de esa que antes incendiaba la habitación.

-Quizá haya sido el tiempo- me decís como leyendo a través de mi postura eso que cruzaba por mi mente. 

Lentamente, en la misma medida en la cual el fuego se convertía en cenizas encendidas, mi cabeza giró en dirección a tu mirada perdida.
Entonces nuestros ojos se encontraron. Pude verte. Pude ver hasta lo más profundo de tu ser. Pude traspasar tu piel. Pude encenderme al misto tiempo en el que el fuego se extinguía por completo. Pero entonces tu mirada se perdió en la oscuridad.
Con un suspiro de muerte, apoyé nuevamente la cabeza en el respaldo del sillón.

-Quizá- respondí.

viernes, 9 de agosto de 2013

Cuesta tanto

Cuesta tanto la vida lejos tuyo... Uno vive simulando, simulando que está feliz, que está triste, que tiene sueño, hambre, que tiene ilusiones, amantes, incluso que no te extraña. Cuesta tanto, tanto, es tan tan difícil. Porque uno se pone una máscara y lo intenta, ¡sí, lo intenta! Lo intenta por vos, y por uno mismo, porque si no fuera por la máscara cualquiera podría decir que uno está muerto, pero ¡no! ¿Cómo se justificaría, entonces, la vida que le llega al cuerpo, cual relámpago en el cielo, cuando tus dos hojos se le interponen a uno? No, no sería justo. Pero cuesta, cuesta vivir sin verlos.

Camina él

Camina él a la partida del sol, siendo sus pasos retumbantes, como relojes que se quejan, gritan, agonizan. Pero su mirada es fija y sus pensamientos difusos. El sol se clava en sus pupilas y piensa. Piensa en lo que nadie piensa, con la profundidad que sólo proporciona la ausencia de vocabulario, la instauración del silencio interno absoluto, los sentidos estimulados y el cuerpo que se hace viento. Sólo quedan esos ojos, esas pupilas que se aferran a su objetivo.
El sol se escapa lentamente, y ya los pasos retumbantes son lluvia. Ya sus ojos cerrados se convierten en melodía. Ya no queda más que su vida aferrada a las nubes, silenciosas, imponentes.

Y yo (carta des-carta)

Yo no puedo explicar el silencio. Yo no puedo explicar el sonido. Carezco de palabras, carezco de sentidos.
Pero no, mujer, no ves que sos energía, no ves que sos vida.
Tanto tiempo transcurrido, sumergida en un mar estático, y ahora me encuentro girando impredeciblemente  en el asiento de un colectivo, con una lágrima que se asoma en un despertar imperceptible.
¿Qué fue lo que ocurrió? El tiempo. La vida. El amor. El odio. Las miradas perdidas.
La calma del fuego, el mar que no lo alcanza. La luna lejos. Visión pobre. Vida aniquilada.
Pero en esos ojos, mujer, sí hay vida y te lo digo. Y se lo digo. Y me lo digo. Y callo. Y me envuelvo. Me lleno de ella, mujer, mujer que sos vos, que es la vida, que lo es todo, pero a la vez nada más que una sonrisa.
Y otra vez intentando dibujar. Y otra vez intentando escribir. Pero no. No. No. No. No hay forma, sólo frustración. Y me peleo. Y rompo. Y creo. Destruyo.
Y no queda nada más que ella, detrás de un recuerdo.
Y mi gata me mira con sus ojos verdes y enormes. Se sienta al lado mío y me mira. Me ve mientras intento una y otra vez dibujar sus ojos, tus hojos, los ojos de la luna. Y me maúlla, y me dice con su mirada “¿no ves que me cago de hambre?” Pero yo no la entiendo. Pero ella no entiende que hay otro alimento. No entiende que no entiendo.
Y se sienta, y me mira. Y yo me pierdo una vez más. Y yo me lleno. Pero no, no lo puedo explicar. Sólo puedo sentir una vez más la fortuna, el placer inexplicable de haber encontrado el tesoro más grande, entre tantas miradas perdidas. De haber percibido sin darme cuenta alguna de que estaba a punto de acercarme a una obra de arte humana, que sería el motivo de mis felicidades más puras.
Y entonces pienso… qué egoísta de mi parte. Yo no tengo nada para darte. Sólo estas palabras con las cuales me peleo porque cada vez se les hace más difícil acomodarse, porque te tienen lejos, pero mucho, mucho más cerca, y entonces nos peleamos. Yo las tacho, ellas se resisten. Y así.
Y vos me hablabas de paisajes, y yo veía con claridad todo lo que me describías, pero al final sólo pude verte a vos, como un paisaje, como un Escher. En la descripción sorprendentemente estabas vos. El cambio de energía, la profundidad, la complejidad de la simpleza en su máxima expresión.  La fascinación. La pasión.

Pero nunca puedo decir nada, porque funciono de otra manera. Vivo, escucho, siento, me envuelvo. Luego escribo. Luego muero.

Te escribo

Te escribo porque no me queda otra cosa para hacer. Te escribo, acaso, porque ya el rumbo que elegí es un pozo sin fondo. Te escribo porque sos la única vida que me queda, y ya no he de escribir a la muerte, pues no se lo merece.
Te escribo a pesar de las lágrimas, las noches en vela, los gritos ahogados; todos fantasmas de un pasado cercano.
Te escribo porque sos mi luz, porque en tu ausencia escribirte puede resultar ser una especie de portal, un viaje en el tiempo, a una realidad con unos tintes oscuros, y una única luz enceguecedora.
Te escribo porque oprimo constantemente mis ganas de besarte. Te escribo porque me asesino a cada minuto.

Pero te escribo, hasta que mi cuerpo sea polvo, te escribo, te leo, y te vuelvo a escribir.

Ireneo

Ver el amor, el amor puro surgiendo de sus ojos, sensación de vuelo, grandeza. Verlo todo ahí condensado. Ansiedad que sale por todos los poros. Un mensaje oculto: el amor, el amor llegó a mí, y estoy feliz, tan tan feliz. Y los ojos siguen hablando, pero Ireneo no quería escuchar más. Apartó la mirada y escondió una lágrima. Quizá, pensaba, quizá todo era una ilusión, una farsa, un complot, quién sabe. Pero él creía más en las palabras escondidas en las miradas, sobre todo en la mirada de ella.
Por eso es que las voces a su alrededor se hicieron sombra. Se miró al espejo. Lejos de reconocer su propio rostro, la vio a ella, hablándole en susurros. Pero Ireneo lo sabía todo. Nunca sería más que eso. Un simple espejo que la reflejaba infinitamente.

Enamorada

No Ireneo. No lo hagas. Ya es tarde. Pero, de todas formas, Ireneo salió corriendo de la habitación.



Un hombre se encuentra arrodillado en el medio de una vereda. Pocas palabras salen de su boca.


¿Por qué? ¿Por qué no puedo sentirme de la misma manera? ¿Por qué no puede simplemente quererme?



Ireneo se dio cuenta de que estaba balbuceando. Se paró lentamente y comenzó a caminar hacia la habitación.
Nuevamente el espejo.


Estruendo.



Amor.


Destrucción.

sábado, 6 de abril de 2013

Árbol

Un alma perdida se empapa en tu mirada efímera. Se da cuenta de lo errada que estaba, que todo lo que necesitaba para ser estaba frente suyo.
¿Cómo arreglaría todo ahora? Ya es tarde. Ya sus pies se aferraron al lugar que escogió como terreno, y echaron raíces de lluvia y truenos. 
Tus ojos buscan incansablemente otra mirada, una mirada extraña, una mirada que el alma con raíces no puede ofrecerte. Sólo amor, sólo amor puede darte.
Pronto se convierte en árbol. Pronto su piel se hace áspera y amarga. Pronto... sus hojas crecen alrededor de tu cuerpo inerte.

Nada más que angustia.

Mirame, escuchame, 

                     ESTOY ACÁ

                                           ESTOY


aunque no me veas
aunque nunca notes
mi mano extendida
desesperada
para levantarte
pero vos sólo ves
oscuridad
vacío
porque vos
nunca vas a querer verme.

domingo, 24 de marzo de 2013

Pesadilla


Pero sus palabras eran humo, y pronto se diluían con el aire y con el viento. De todos modos, ya no había nada más para decir. Quién diría que esa mujer iba a estar tan gastada por la vida, tan pura, tan frágil. Pero su piel surcada me miraba con desdeño, y sus ojos con la dulzura y curiosidad de un recién nacido. Su sonrisa, aunque más cansada, conservaba la escencia de los años de oro. Recuerdos crepusculares. Fotografías que, inútilmente, intentan enmarcar la belleza de esos días. Un par de sonrisas que dicen ¡mírenos! ¡estamos felices!. Pero ¿quién puede imaginar todo lo que hay detrás? En esa imagen se ve mi mano aferrando su cintura. Recuerdo que la aferraba como si mi vida dependiera de su cercanía a mí. Aún así ¿quién puede notarlo?
Pero, entonces, no había más nadie. Sólo nuestras respiraciones irregulares y esas imágenes llenaban la habitación. Una por una pasaban ante ella y sus ojos se humedecían levemente. ¡Tantos años deseando poder entrar aunque sea un segundo en su mente! Pero ya no más, porque ya era todo transparente. Ya no existía más vida que ese instante, ya no había más recuerdos. En un ataque de nervios, le arrebaté las fotografías de la mano y las tiré al fuego de la chimenea. Mi mirada desesperada encontró al fin la suya, esa misma mirada que había sido motivo de mis desvelos.
Por un segundo lo creí posible.
No. Su mirada era profunda pero confundida.
Ya no tenía sentido llorar. Ella lo hacía porque no entendía que ya no tenía sentido. Mis ojos estaban secos y mi mirada vacía.
En ese momento lo entendí todo. Volví hacia ella y sus ojos se habían cerrado. Quizá sea mejor así, pensé. Quizá en sus sueños me recuerde y entonces se sentirá más acompañada que con mi presencia carente de significado .
Me acerqué por última vez. Sufrí la tentación, pero no cedí. La besé levemente en la mejilla y me fui hacia el mar.


El agua rodea mi cintura, así como lo hacían alguna vez sus delgados brazos.
La hoja lentamente se desintegra. Muere en ella el fin de la historia, y con ella, me hundo.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Niña.

Y ahí estaba la niña. Frágil ante el mundo, columpiándose, con una estrella a su lado que la iluminaba. Su rostro reflejaba la luna que se escondía. Las gotas de lluvia caían sobre su pelo, ya harto de soportar tanto viento en contra que lo arremolinaba, y lo enredaba, y hacía que la niña llore porque el viento siempre iba en su contra, y ella era sólo una niña, columpiándose, con una estrella a su lado que la iluminaba. Pero ¿quién puede quejarse de la tormenta que renueva la tierra?. No te preocupes, niña, que luego las flores crecen y tu jardín se llena de aromas nuevos y placenteros. No llores, niña, que las lágrimas se mezclan con la lluvia que cae contra tu mejilla, y la lluvia es buena.

viernes, 8 de febrero de 2013

Escondite

Aquí, en este lugar, escondite, puedo simular una vez más.
Aquí, adonde no vas a llegar con tus hojos que alumbran a tantos ojos, estúpidos ojos, inútiles, si no son hojos, aquí, me puedo confesar una vez más.
Aquí, puedo escribir lo que tantas veces te escribí, lo que tantas veces leíste, lo que ya carece de magia, porque se convirtió en un hecho, en una confirmación, y ya, quizá, no sea lo mismo, cada vez que te escribo, como si fuera la primera vez, pero no, para vos ya todo debe ser lo mismo.
Y como sé que no vas a llegar a este lugar, te digo una vez más, que te quiero, te quiero hasta que me duele, con todo lo que soy.
Y como sé que no vas a llegar a este lugar, te escribo, quizá, con la esperanza de que llegues.
Pero como sé que no vas a llegar, te cuento, que sos oro para mí, pero no, sos mucho, mucho más que éso.
Si es que llegaste acá, y llegaste hasta esta parte de la lectura, te pido por favor que no sigas, porque debo decirte que cada día pienso en vos, pero no en tu persona entera. Puedo estar horas imaginando, como si fueran fotografías o partes de películas, un rizo de tu pelo. Puedo recrear tus manos y sus expresiones. Puedo entrar en tus pupilas. Puedo sentir tu sonrisa. Puedo ahogarme en tu aroma.
Ése, es mi pequeño edén.

Wild is the wind

y lo sabés, y qué más da, tantas veces que quise ser el viento, tantas, tantas veces, que quise abrazarte, tocar tu pelo, sólo éso, porque sólo éso me basta, para ser libre, para ser viento, para serlo todo, por eso, no te pido amor, no te pido dolor, no te pido, sólo te lo doy, todo.
Acá, sobre esta hoja, dibujando estas palabras que salen de algún lugar entre la luna y las nubes, soy yo, una vez más.
Desde acá, y con los hojos cerrados, o sobre las estrellas, puedo recordar súbitamente ese aire que se densifica y se cae como aquella taza de café. Quizá sea más de lo mismo, una presencia apaciguante que trae de repente a la mente recuerdos y sensaciones que tienen la belleza en esa simpleza, esa magia de romper con la rutina, ya sabés, con la taza de café, aire, café.
Aire, que se densifica, porque repentinamente se convierte en vida, versos, imágenes intactas guardadas en recuerdos, y se caen, y puedo volver a ver tus hojos, que me miran ajenos a todo ese palabrerío, esa creación que surge como lava de volcán, necesidad de libertad, de sentir una vez más. Y yo me río, porque eso es todo. Porque tengo dos cuadernos y varias hojas sueltas con palabras y dibujos y renglones vacíos que dicen tanto como el silencio de la mirada que nos hace reconocer al tiempo y sus caprichos.
Y luego está la taza, que se cae al mismo tiempo que mi silencio y observación constante ocultan lo que no hace falta ocultar, el aire que se densifica una vez más entre nos.
Y ¿para qué hablar?
¿para qué?
romper el hechizo
¿para qué demostrarle?
una vez más
si ella sabe
que cuando le digo hola
le digo que la quiero
si sabe
que cuando la miro a los hojos
millones de poemas se dibujan
en mis labios
que llaman a sus labios
sabiendo
que están perdiendo el tiempo
pero aún así
qué lindo es llamarlos

martes, 8 de enero de 2013

Piedra


En vos vi un espejo
de piedra
un alma oculta
que no conocía
pero aún así
me arrastraba
hacia sí

jueves, 3 de enero de 2013

Como te recuerdo.

Te recuerdo como ese aliento dulzón, como ese aroma perdido. Te recuerdo como lo que fuiste: letras, palabras que se elevaron, quemadas por una llama, para volver a nacer en mí, sin vos. 
Sin embargo estás acá, sin embargo no te fuiste, pero ya no sos como te recuerdo, o yo no soy más lo que formábamos con nuestra unión. Esas sonrisas y miradas, mariposas en la panza que se liberan y caen con las alas quebradas, esa complicidad, eso, eso que éramos.
Creo que fue un acuerdo inconsciente, pero aún así, tenés que saber que, pudiste. Derribaste el muro, con ese pequeño abrazo todo se derrumbó y pude verte, nuevamente, como te recuerdo.
Y lo supiste.

Conclusión (no asustarse con los nombres raros)

Hoy voy a escribir sobre algo un tanto extraño. En verdad para mí es algo normal por el hecho de que suelo leer cosas que tienen que ver con las ciencias exactas, pero aún así, no suelo mostrarme de esa forma con todos, sólo con las personas que sé que tienen interés sobre el tema, sólo para no aburrir y poder entablar relaciones que tengan más fluidez. Pero hoy me detengo en un tema de la ciencia porque pude aplicarlo a mi situación cotidiana y sentimental que ocupa por largas horas mi cabeza, inútilmente, porque nunca había podido llegar a una conclusión que me ayudara.
Antes de empezar, voy a presentar a un importante personaje de la física, Erwin Schrödinger, un austríaco ganador del Premio Nobel de Física de 1933. Y hasta ahí llego. Podría contar varias cosas sobre este físico, pero hay una sola de ellas que siempre llamó mi atención, y a eso me quiero abocar. Su gato. Sí, su gato. El experimento del Gato de Schrödinger. Bueno, en realidad no era un gato real, fue un experimento virtual, pero aún así es muy interesante. 
Lo que el físico nos plantea es una situación en la cual hay una caja cerrada y opaca, dentro de la cual se encuentra un gato junto con una botella de gas venenoso. La cuestión es que en cierto momento determinado, existe un 50% de probabilidades de que el gas se libere y un 50% de que no, por lo tanto, hay un 50% de probabilidades de que el gato viva y un 50% de que el gato muera. Entonces ¿qué pasa si, luego de ese momento, no abrimos la caja? ¿El gato está vivo o muerto? ¿Cómo podemos saberlo? ¿Hay alguna certeza de algo?. Bueno, la mecánica cuántica nos tiene una respuesta, y para explicarla voy a pensar en  las dos posibles situaciones que se nos pueden presentar al abrir la caja, es decir, el gato aparece vivo o muerto. Entonces, se nos presentan dos estados, estado "vivo" y estado "muerto", pero si la caja está cerrada ¿cuál es el estado definitivo? ¿Que está "vivo o muerto"? No, esa sería una descripción clásica del sistema del gato, pero, como ya lo mencioné, Schrödinger con la mecánica cuántica se animó a más. El estado correctamente presentado antes de que el observador pueda determinar cómo está el gato, es la superposición de ambos, es decir, del estado "vivo" y el estado "muerto". Por lo tanto se dice que el gato, antes de abrir la caja y ver qué fue lo que pasó, está vivo Y muerto, las dos cosas a la vez.
¿Qué tiene que ver esto con mi vida? Mucho, y me dí cuenta mientras me duchaba, como me suele pasar con todo lo que pienso.
A mí se me presentó este experimento. Pasó el momento en el cual el veneno puede que se haya liberado o bien, no. Yo viví en esa situación virtual en la cual el gato estaba vivo y muerto. No había peligro. El gato estaba muerto, pero también vivo. Todo estaba bien, pero eso no era suficiente para mí. Decidí abrir la caja, encontrándome con el gato aparentemente muerto.Volví a cerrarla, desesperanzada. Pero aún había una pequeña duda. ¿Y si simplemente se había desmallado? ¿Y si revive? ¿Cómo puedo saber con certeza que el gato estaba muerto, si sólo me puedo fiar del hecho de haberlo visto acostado en el piso? ¿Y si estaba durmiendo?
Bueno, ahora el gato está vivo y muerto nuevamente. Sé que las probabilidades de que en realidad haya pasado algo de lo que dije arriba (es decir, que esté vivo) son pocas, pero nuevamente pasan las dos cosas juntas. Sólo tengo que volver a abrir la caja, pero... ¿quiero hacerlo realmente? ¿Quiero arriesgarme a abrir la caja y encontrarme con el gato muerto, cuando pude haber vivido con la certeza de que el gato estaba vivo y muerto? 
Eso se llama miedo. Eso se llama vivir de ilusiones. Las ilusiones son mi motor y mi combustible, pero si no se convierten en acción son peligrosas. Eso no es para mí.
¿La conclusión? Que quiero ser divulgadora científica.