domingo, 1 de diciembre de 2013

Cenizas encendidas

Pero el fuego en la chimenea ya se estaba extinguiendo. Algunas chispas se reflejaron en mis ojos cansados y tristes. Lo supe cuando sentí tus pasos detrás de mi espalda, como queriendo acercarte y reposar tus finas manos sobre mis hombros. Pero ya tus manos están cansadas, y mis hombros desgarrados, y ya casi no hay luz de esa que antes incendiaba la habitación.

-Quizá haya sido el tiempo- me decís como leyendo a través de mi postura eso que cruzaba por mi mente. 

Lentamente, en la misma medida en la cual el fuego se convertía en cenizas encendidas, mi cabeza giró en dirección a tu mirada perdida.
Entonces nuestros ojos se encontraron. Pude verte. Pude ver hasta lo más profundo de tu ser. Pude traspasar tu piel. Pude encenderme al misto tiempo en el que el fuego se extinguía por completo. Pero entonces tu mirada se perdió en la oscuridad.
Con un suspiro de muerte, apoyé nuevamente la cabeza en el respaldo del sillón.

-Quizá- respondí.

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