Conexión.
Y luego,
el entorno oscureciéndose,
como si no hubiera más luz que la que,
repentinamente,
surge del ámbar.
Ámbar que por sólo segundos se queda
estancado,
enfrentando sin restricciones a mis ojos.
Los segundos se distorsionan
y se ahogan en esa estanqueidad.
El aire se convierte en plasma.
Intromisión.
Intrusión.
Confesión ineludible.
La luz se enciende.
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